¿Cómo sentirme más hijo de María?
Por: Sor Gloriana Cordero Solórzano
Tiempo de lectura: 2 minutos

Desde pequeña me enseñaron que “María es mi Madre”, pero a lo largo de los años me he dado cuenta que esto no deber ser solo un conocimiento teórico ni una frase célebre que se le debe decir a los niños, porque quedaría vacío… ¡Es una realidad! ¡María es mi Mamá!

"Por mucho que ames a María Santísima. Ella te amará siempre mucho más de lo que la amas tú" San Ignacio de Loyola

Quisiera muchas veces sentirme más hija de María y me imagino que usted también, aunque suene extraño, pero es porque ya sé que soy hija, solo que quisiera sentirme siempre más y más. Pero ¿cómo hacerlo? ¿Cómo amarla más? ¿Tendré que rezar más rosarios? Bueno… la verdad me he dado cuenta que la experiencia del Amor maternal de María se vive solo en un lugar: la oración. No hay ningún libro (aunque sean muy hermosos), ninguna película, ninguna historia que nos hable mejor de María que experimentarla en la oración.

Ella está…
Ahí en nuestras crisis, desánimos, dudas, debilidades, ahí cuando nuestras fuerzas ya no dan, ahí cuando muchas cosas parecen no tener sentido, es cuando debemos experimentar delante de Jesús Eucaristía, su presencia de mamá, sentirnos recostadas en su pecho, escuchando sus latidos, sintiendo sus manos en nuestras mejillas secando las lágrimas y escuchar de su dulce voz: no temas… ¿acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre? Es la experiencia que nos habla verdaderamente de quién es esta mujer.

Caminar con ella
Estoy segura, de que como yo, también usted necesita de vez en cuando un abrazo materno que en el silencio nos sane, nos hable, nos AME… ¡hagamos eso este mes! Fortalezcamos nuestras devociones hacia nuestra Madre, pero en cada una de ellas, experimentemos su abrazo y después de este, su mano entrelazada a la nuestra acompañándonos en el camino.

Finalizo dejándoles este hermoso poema de María para meditar:

 

Cuántas veces en una noche oscura
Necesité un abrazo que me cubriera
Cuando estuve sollozando de amargura
Llegaste tú, quien me cubriera.

Todos necesitamos una madre,
Aunque no te merecemos como hijos,
Pero es tu pecho mi baluarte,
Y tu corazón mi cobijo.

Son tus ojos mi descanso
Tu mirada mi consuelo.
Es un preludio del cielo,
tu abrazo en este suelo.

-Anónimo

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